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(Publicado en La Voz del Colegiado, núm. 348, Junio 2011)

El pasado abril falleció mi querido compañero y amigo Jose Antonio Plaza Asenjo, y esta frase tan usual, casi siempre meramente cortés, tiene aquí para mí su sentido más sincero y profundo. Sirvan estas líneas de disculpa del pésame que no hemos hecho personalmente a su esposa Luisa y sus hijos por circunstancias que también nos afligen.
Nos conocimos en Burgos en 1961, Jose Antonio en la Jefatura de Obras Públicas y yo en la contrata de una obra no dependiente de aquella, de manera que nuestra relación no estuvo perturbada por ninguna interferencia profesional. Se produjeron únicamente algunas peticiones por mi parte, de autorización de transportes, que resolvió mi compañero con prontitud en aplicación de las normas legales. Nuestra amistad se fraguó más bien en los terrenos personal y familiar en los que ambos y nuestras mujeres sintonizamos rápidamente. En los cinco años siguientes compartimos los hitos más señalados de nuestros respectivos decursos vitales.
Mi recuerdo de Jose Antonio en aquellos años es el de un ingeniero paradigma y precursor de lo que están exigiendo los rigurosos tiempos actuales de nuestros compañeros más jóvenes. Dotado de una capacidad e interés singulares por los idiomas, que practicaba con avidez con turistas visitantes de la catedral de Burgos de procedencias diversas, entre ellas de los paises nórdicos. Desplazado por el Ministerio de Obras Públicas a Estados Unidos para especialización en las últimas tecnologías de carreteras, figuró en su curriculum el master, entonces casi insólito en nuestra profesión, obtenido tras la aprobación de una tesis original sobre la aplicación de la Investigación Operativa, nueva ciencia incipiente en la época, a la administración y gestión de la construcción de carreteras. Ello supuso su designación por parte del MOP, como único representante español, en comités en materia de investigación de carreteras de la OCDE.
Su biblioteca* trufada de textos importantes de ingeniería y matemáticas, entonces difícilmente accesibles, buscados por él con fruición en librerías especializadas de América y París, cuyo disfrute me ofreció generoso, contribuyó a mi propio solaz y complemento de formación, en unas aficiones compartidas y favorecidas por su carácter amable de leal castellano. Paralelamente su mujer, Luisa, y la mía, María José, cimentaron también una relación personal, como femenina, aún más imperecedera.
Su ejercicio profesional prosiguió en la Jefatura de Obras Públicas de Vizcaya, con participación docente en la creación y consolidación de la Escuela de Ingenieros de Caminos de Santander. En su última etapa fue el representante en Madrid de los jubilados del País Vasco mientras se lo permitieron unas condiciones físicas en declive en estos últimos años, habiendo mantenido siempre el más grato recuerdo de aquellos encuentros con los compañeros distantes. El Colegio le otorgó la distinción de la Medalla al Mérito Profesional.
La separación geográfica en los últimos 40 años, con encuentros y conversaciones telefónicas demasiado esporádicos, no ha menguado nuestro mutuo aprecio y cariño. Su hija Ana en Madrid mantiene una relación entrañable con mi mujer que llama su tía.
Os ofrecemos, de nuevo, desde aquí, la expresión de nuestro sentimiento y dolor a ti Luisi, y a tus hijos Ana, Ignacio, Álvaro y Silvia.

 

* Publicado en el Boletín de Información del CICCyP, Octubre 2011,nº 264, p.23

Agradecimiento
El Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos quiere agradecer la segunda
y generosa donación de publicaciones que ha realizado a la Biblioteca de la sede central,
María Luisa Ugalde, viuda del colegiado José Antonio Plaza Asenjo.

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